domingo, 16 de noviembre de 2008

Crítica de Braveheart

Unos cuanto años antes de su estreno nadie habría podido concebir que Mel Gibson pudiera manejarse con semejante proyecto: producir, dirigir y protagonizar una batalla épica desarrollada en Escocia y basada en el héroe popular escocés William Wallace. Pero consiguió hacer una maravillosa y entretenida película, referente de las grandes producciones histórico-fantásticas.

Gibson interpreta a William Wallace, un escocés de raíces humildes, que encuentra su papel en la vida como líder de la revuelta escocesa contra Inglaterra en el S. XIII. Wallace hace suya la causa, enfrentándose al ejército ingles, muy superior, y a los nobles escocés que querían pactar la paz, estos son precisamente el mayor obstáculo.

El film es una exquisita mezcla de romance, intriga política y algunas de las mejores escenas de batalla que jamas he visto. Algunos la comparan con "Espartaco" en cuanto a los extras, el trabajo de producción, y en verdad tienen cosas en común, sin embargo aquí hay un romanticismo que no hay en "Espartaco". Los escoceses luchan por su patria, por su libertad también, pero ante todo por Escocia; los esclavos liderados por Espartaco luchan por su libertad. Un romanticismo entendido como nacionalismo. La película no pretende ceñirse a la realidad sino que nos presenta a un Wallace mítico, una epopeya al estilo clásico de Ulises y La Ilíada. Pero, si presenta el espíritu de Wallace en cuanto a un hombre que lucha por no ser esclavizado, un hombre libre.



Las batallas, quitando alguna escena a cámara lenta, son espectaculares y en su momento causaron impresión pues nunca se habían visto escenas tan brutales. Además se desarrollan en unos parajes preciosos de Escocia que son símbolo de este país. La mezcla de la épica y las batallas permiten que el ritmo de la película no decaiga a pesar de su larga duración.

Entre mis escenas favoritas están: el entierro del padre de Wallace, la boda secreta con Murron, el profundo discurso a los sublevados escoceses previo a la batalla de Stirling, o el martirio final.

Para terminar destacar el maravilloso trabajo de John Toll en la fotografía de la película, la esplendida partitura de James Horner, y las buenas interpretaciones, sobretodo la de un impresionante Patrick McGoohan; en un esplendido trabajo de Mel Gibson como director.



Iñigo Antón Aguinaga

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